Entrevista Emma A. Chacón Alvarado, 13 de junio del 2018.
¿Usted es la fundadora de la Colectiva Irreversibles? ¿Podría contarnos cómo ha logrado crear una organización en defensa de la mujer lesbiana en Costa Rica?
Si la fundé con otras compañeras en noviembre del 2011. No ha sido fácil, pasé varios años intentando “fundar” una organización específica de y para lesbianas, hablar desde nuestras necesidades, hacer incidencia en las políticas publicas para que la especificidad por ser lesbianas fuera considerara en la atención que brindan. Y un tema muy importante sobre rescatar nuestra memoria histórica, esa historia, tanto de nuestro movimiento, como de nuestras compañeras; que no la puedes leer en los libros oficiales.
Fue conversar con muchas compañeras, hacer varias convocatorias de reuniones para “arrancar”, hasta que logré, que tres compañeras de la Universidad Nacional (cursamos la misma carrera), y otras tres amigas, interesarlas y por fin nos “juntamos” e iniciamos el camino de la Colectiva, entre todas definimos el nombre y los objetivos, que ha sido lo que nos ha dado el camino a seguir.
¿Cuáles han sido los retos principales del movimiento lésbico en Costa Rica y en América Latina?
Diría que son muchos y similares: la visibilidad de nuestra existencia, romper mitos, estereotipos, tabú, sobre lo que es una lesbiana y lo que significa ser lesbiana.
La construcción de una identidad propia, de referentes positivos, y claro de reconocimiento de derechos específicos por ser mujeres, lesbianas y otras interseccionalidades, como ser afro, indígena, madre, ruralidad, condición social/económica, solo por mencionar algunas; en servicios como salud, educación, trabajo, vivienda, parejas, etc.
También está el reto de evidenciar las discriminaciones, porque a las lesbianas se nos discrimina e invisibiliza porque somos una amenaza al sistema, desde mi perspectiva es más estructural esta discriminación e invisibilización.
¿Qué lugar ocupa la mujer lesbiana dentro del movimiento LGTBI?
Desde mi perspectiva en segundo plano, casi invisibles, el protagonismo gira alrededor de los gais y las mujeres trans y no porque las lesbianas no demos la lucha, sino porque es reproducción de un sistema patriarcal y machista. Dentro de tanta diversidad la especificidad se pierde y sobre todo si sos mujer que irrumpe contra el sistema. Por ejemplo, cuando se plantea lo del reconocimiento del matrimonio igualitario, hay quienes lo definen como matrimonio gay y eso en el imaginario colectivo refiere sólo a la existencia de las parejas entre hombres.
¿Cuándo supo usted que le gustaban las mujeres? ¿Puede usted contarnos su experiencia personal de cuando usted salió del armario?
Como a los cinco años, yo tenía un sueño frecuente: soñaba que me casaba con la compañerita del kínder que me gustaba y como no tenía otra referencia más que la heterosexual, pues me imaginaba que era por la iglesia católica, ella iba de vestido blanco y yo de frac oscuro, y por supuesto lo más “sexual” que podía imaginar era darme la mano con ella, ni siquiera pensaba en un beso, talvez uno en la mejilla. Ahí me di cuenta que algo me pasaba que no podía contar, porque de alguna forma no era lo “normal” y era como “malo”, nunca comenté esos sueños hasta hace pocos años.
Pero ese “gusto” por las mujeres me seguía en mi adolescencia, incluso alguna vez le consulte a una psicóloga, que me dijo que la bisexualidad era una etapa normal en la adolescencia y que se me pasaría. Porque en esa etapa de vida tan compleja, que de alguna forma volqué mi energía e inicie mi vida política: militaba en la Juventud del Pueblo Costarricense y mis luchas eran por la Paz en Centroamérica, descubrí que estaba enamorada de mi “mejor amiga” aunque intentaba justificar de mil formas esos sentimientos por ella. Y entonces tenía “novios” como debía ser, pero nunca los tomé en serio, algunos les tuve cariño, pero no eran lo que yo realmente quería.
Luego viajé por un año fuera de mi país y ahí me enamoré de otra mujer, que por supuesto no pasó nada, yo sólo soñaba con ella… A mi regreso al país, en mi lógica racional, me dije: “si ya besé a un hombre, ahora debería besar a una mujer, a ver que se siente y poner en balance que me gusta más” (y hablo de besos porque nunca tuve “relaciones sexuales” con hombres, nunca me interesó hacerlo); bueno lo hice y para estar segura de lo que sentía, me dije nuevamente “ya besé a una mujer ahora debería volver a besar a un hombre a ver cómo me siento” y bueno lo hice también. Resultado ya no había duda, me gustaban las mujeres y desde entonces, empecé a comprenderlo y aceptarlo, tenía aproximadamente 18 años.
Y como llevo el activismo en mis venas, lo primero que hice fue contactar al grupo lésbico feminista Las Entendidas, porque yo debía integrarme a ellas, debía estar en la lucha por mi condición de mujer, de feminista, de lesbiana.
Ya tenía 19 años y tenía claro que teníamos una gran lucha por delante para alcanzar el respeto a nuestros derechos y esto, me llevó a estar presente como organizadora del II Encuentro Lésbico Feminista de Latinoamérica y El Caribe (ELFLAC), realizado en Costa Rica en abril de 1990. Esto lo comento porque a raíz de participar en ese encuentro, mi madre es avisada de mi asistencia y ella me confronta y para mí esta fue mí “salida del closet”, no fue fácil a los casi 20 años, a inicios de los años noventas, aceptar de frente a la madre que una es lesbiana y que esa es la vida que te hace feliz. Pero ha sido lo mejor, desde esa época puedo expresar libremente mi orientación sexual.
¿Siendo mujer abiertamente lesbiana en Costa Rica, ha sufrido mucha discriminación en el ámbito social y profesional?
Considero que sí he sufrido discriminación y se ha manifestado de diferentes formas. La primera que recuerdo así explícitamente, fue en el 2009, cuando me postulé para aspirar a una candidatura a diputación, se hizo circular, entre quienes debían elegir, “un papelito” que indicaba “Recuerde que Emma es lesbiana”, luego cuatro años después, en el 2013, nuevamente presento mi nombre para optar por una candidatura a diputación y se me dijo que por ser lesbiana no tenía mucho apoyo y finalmente no he sido electa.
Otra manifestación, en el ámbito laboral, fue haber sido acosada laboralmente, lo que se hizo evidente después de que participé como invitada especial, en el 2014, en la izada, por primera vez, de la bandera de diversidad en el Ministerio de Cultura, lo que incluso propició un traslado laboral.
Finalmente, puede ser que haya vivido otras manifestaciones de discriminación por mi condición de lesbiana feminista y talvez ni las he podido reconocer, porque muchas veces la discriminación se vive como algo “normalizado” o bien ya no sabes si es porque eres mujer o lesbiana o feminista o todas las anteriores…Lo que sí he sentido son actitudes que evidencian unos niveles de lesbofobia, pero que una con la claridad que te da la experiencia y muchos años de luchas, tienes claro que el problema es de la persona lesbofóbica, no de una.
¿Tiene usted algún recuerdo o experiencia personal que le marcó significativamente?
Me considero hija de las luchas por la Paz en Centroamérica, que se dio en los años ochentas, así como heredera de una larga trayectoria familiar de estar al lado de la justicia social, el diálogo, la igualdad, la no discriminación y el respeto; lo que me ha llevado a ser activista, política y estar en los movimientos sociales desde mi adolescencia y todo esto me ha llevado a tener muchos momentos que me han marcado, pero hoy puedo apuntar a dos momentos puntuales:
Abril de 1990, participar del II Encuentro Lésbico Feminista de Latinoamérica y El Caribe (II ELFLAC), la primera vez que asistía a un evento, sólo con lesbianas y de muchos países, un espacio para compartir, hablar de y desde nosotras, de nuestras necesidades, de nuestros derechos, de nuestras formas de organización y cómo enfrentar la violencia que recibimos, desde el Estado, los medios de comunicación, de las jerarquías religiosas.
Una experiencia, que culmina con la manifestación explícita de violencia: cuando ya íbamos a realizar la clausura, en la última noche empieza una lluvia de piedras y palos, acompañada de la amenaza, de un grupo de hombres, de ingresar a la quinta donde estábamos.
Fueron unas horas difíciles, que me llenaron de susto, de sentirse desprotegida, a pesar que éramos como 200 lesbianas; pero una noche de la que salí con más convicción, con más energías y fortalecida que estas luchas no serían fáciles, que son las correctas, que debemos seguir encontrándonos, que podemos construir un mundo mejor para todas las personas, porque el sistema reaccionó intentando que no saliéramos del silencio, que no nos visibilizáramos y menos que pudiéramos juntarnos y darnos cuenta que juntas podemos hacer mucho.
Abril del 2015, 25 años después del II ELFLAC, presentar en la Asamblea Legislativa de la República, en el Salón de Benemeritazgos a cupo lleno; el documento “Una memoria histórica del movimiento lésbico de Costa Rica de 1970 al 2014”, que fue un sueño cumplido, recuperar a través de la narrativa de 26 mujeres, sobre lo que han sido nuestras formas organizativas y de luchas por nuestros derechos. Pero sobre todo, poder dejar un documento que evidencia que hemos llegado aquí, porque han habido muchas otras lesbianas que han luchado, que han puesto hasta sus vidas, para que nosotras y quizás las más jóvenes, disfruten de andar en la calle de la mano, de poder expresar sus afectos en público, que otras lesbianas, antes de nosotras ya abrían el camino para nosotras y que nosotras seguimos abriendo caminos para las futuras generaciones. Que, incluso 25 años antes, el mismo Estado nos perseguía y que, 25 años después podíamos estar abiertamente y públicamente presentando un trabajo sobre la historia de luchas como lesbianas; simplemente ha sido uno de los momentos más significativos, a nivel personal, como activista, como lesbiana y como feminista.
En Costa Rica, la igualdad de matrimonio aún no es legal ni reconocido. ¿Cómo impacta la ausencia de este derecho fundamental a las parejas lesbianas?
Tiene unos impactos terribles sobre las vidas de las lesbianas, porque ya hemos tenido situaciones donde alguna de la pareja es hospitalizada y los/las familiares no permiten el ingreso de la pareja, incluso algunas no han podido despedirse de sus parejas, ni acercarse al funeral. A muchas otras se le han arrebatado bienes que han sido construidos en pareja cuando han quedado “viudas”.
Otras no han podido reclamar los derechos patrimoniales, al finalizar la relación, cuando el patrimonio ha sido constituido por ambas.
Tampoco han podido ser beneficiarias de ayudas del Estado, cuando su condición económica es pobreza e intenta acceder, o cuando quieren acceder a préstamos para vivienda.
En otras situaciones, cuando hay hijas e hijos y fallece la madre biológica o se separan, no hay una protección para que puedan continuar siendo familia.
¿Cuáles son sus esperanzas para el futuro de los derechos de la mujer lesbiana en vuestro país? ¿Cree usted que lograrán a conseguir la igualdad en la sociedad costarricense?
Bueno…la esperanza es lo último que se pierde…
Creo que la igualdad llegará, creo que aun el camino es largo, pero es menos largo que hace 30 años.
Tenemos un momento político complicado, con unas diputaciones fundamentalistas, retrogradas y oportunistas; así como algunas personas magistradas que no creen en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, porque no acatan sus resoluciones o respuestas, cuando se trata de derechos humanos de las mujeres o de poblaciones LGTBI.
Pero creo que la igualdad llegará, porque las sociedades, en principio, evolucionan no involucionan.
¿Qué consejo le gustaría dar a las mujeres que tienen miedo de salir del armario en su país?
Primero le diría: que se comprende su miedo, que se respeta su decisión, pero también le diría que la vida hay que vivirla sin miedo, que lo mejor es ser honesta consigo misma, que salir del closet es liberador, que puede ser que no todas las personas reaccionaran positivamente, pero con el tiempo se dará cuenta que la libertad es mejor que vivir ocultándose, pero que igual cada persona y su entorno es un mundo y que si no es posible hacerlo, que sepa que puede contar conmigo, que siempre podrá contar con alguna persona cercana que le querrá por ser ella.
Que yo lucharé por ella y por todas las que no puedan, para que algún día pueda ser libremente feliz.